El curso de Habilidades Digitales ha llegado casi a su fin, y es el momento de hacer balance y volver la vista cuatro semanas atrás, cuando iniciábamos el camino (la peregrinación, por seguir con el símil de Tíscar Lara) hacia nuevos destinos digitales. Volviendo a leer la rúbrica de David Álvarez, me doy cuenta de que, efectivamente, estoy en un punto distinto y he cruzado esa línea de intensidad entre el Rosa 2 y el Rojo 3. Mientras que antes, en muchos casos, podía saber de la existencia de algunas herramientas (o ni siquiera eso), pero sin conocer su funcionamiento, en este momento ya puedo decir que al menos las he usado alguna vez y he podido empezar a ver las posibilidades de aplicación en mi trabajo, aunque es algo que se irá perfilando con un poco más de tiempo y de recorrido.
Al releer los mensajes colgados en el foro aquella primera semana casi no me reconozco y me cuesta un poco volver a colocarme en esa línea de salida. En ese momento, por lo que leo ahora en lo que escribí, estaba especialmente interesada en aprender a usar los recursos existentes para clasificar información y para el trabajo colaborativo en red. Ahora, y después de la práctica en el curso, me doy cuenta de que una de las cosas que me ha causado mayor impacto no está directamente relacionada con dichos objetivos (aunque todo está enredado e imbricado, claro). Se trata de la entrada en Twitter y la creación de listas, que me parece un elemento muy potente de recepción e intercambio de contenidos. De una visión parcial y no muy nítida del funcionamiento y posibilidades de esta red social, he pasado a otra mucho más amplia y clara, que me hace sentir, además, esa necesidad de participación activa compartida por los miembros de una comunidad virtual. No podemos limitarnos a obtener sin aportar. Pero aún no me siento preparada para eso. No al menos de manera general (no es falsa modestia, pero ¡¿qué le voy a contar al resto de la humanidad?!), aunque quizá sí en mi entorno de trabajo para compartir/enviar información y dar un paso más allá del correo electrónico, que se percibe como algo más denso y pesado, frente a la ligereza de los tuits (el logo del pájaro transmite esta idea a la perfección.
Mi identidad digital está, de momento, un poco velada, aunque ahora siento que la tengo y que es algo que quizá en algún momento se desarrolle de verdad. Pero lo importante ahora es que ha habido una reflexión en torno a ello, una concienciación de lo que supone tanto estar como no estar y cómo estar.
Y me ha ocurrido algo parecido con la capacidad de aprender de (y con) las tecnologías digitales. Claro que no es algo nuevo, pero ahora soy más consciente de todas las posibilidades y de que, verdaderamente, estamos aprendiendo cada día y sobre muchas cosas diferentes gracias a la red.
Espero que toda esta reflexión, como aquella inicial, sea solamente un nuevo punto de partida.